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Discurso del rector general de UNIMINUTO, Padre Harold Castilla Devoz, en el evento de conmemoración de los 30 años de la institución

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Padre Harold Castilla Devoz durante su discurso en la ceremonia de los 30 años de UNIMINUTO.

Evocar aquellos acontecimientos que marcan la existencia, es la base de una tradición que nos brinda la oportunidad de reunirnos y de reencontrarnos para celebrar la vida. Esta noche nos complace poder celebrar estos primeros 30 años de la Corporación Universitaria Minuto de Dios rodeados de tantos buenos amigos, colaboradores, aliados y benefactores, que viven y sienten junto a nosotros la misión de El Minuto de Dios.

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Quiero comenzar recordando las palabras del escritor y artista John Berger, quien decía que “las huellas no son solo lo que queda cuando algo ha desaparecido, también pueden ser las marcas de algo que está por revelarse”. La conmemoración de estas tres décadas de UNIMINUTO nos invita a recordar los pasos que nos permitieron construir nuestro legado, y a soñar con nuevos caminos por recorrer.  Esta celebración es la oportunidad de reafirmar, a partir de la memoria histórica, nuestros objetivos fundacionales, vocación de servicio e identidad.

La idea de una educación pertinente y de calidad al alcance de todos estuvo desde siempre en la mente y en el corazón de nuestro fundador, el Padre Rafael García Herreros.  Convencido de que la educación es el motor que impulsa el desarrollo y la movilidad social, fue un adelantado a su tiempo, y en 1956 ya pensaba en un modelo educativo que brindara formación en competencias básicas, y que luego permitiera al estudiante escoger su saber profesional de acuerdo con sus habilidades.    

Durante mucho tiempo, el Padre Rafael no dejó de insistir en la idea de construir una universidad. Fueron muchos los intentos que, a través de los años y en diferentes escenarios, emprendió para llevar a cabo su idea. En noviembre de 1989, se presentó ante el Instituto Colombiano de Fomento de la Educación Superior (ICFES) el documento final que recogía la propuesta, pero solo hasta el 21 de agosto de 1990 el gobierno nacional concedió la personería jurídica.

Más tarde, en mayo de 1991, se recibió la visita del ICFES para la revisión y aprobación definitiva, permitiendo que la Institución abriera sus puertas para recibir a docentes y estudiantes los días 30 y 31 de enero de 1992.

Finalmente, el 5 de febrero de 1992, con un poco más de 220 estudiantes, UNIMINUTO abrió por primera vez sus puertas en Bogotá, materializando así el sueño del Padre Rafael, “ofrecerle al país una nueva universidad donde se formen los nuevos hombres de Colombia, preparados para enrumbar al país por los cauces de la honradez, del progreso y del trabajo que él necesita”.

Diez años después, y ya con unos 3.000 estudiantes, la institución asumió un nuevo reto; extender su misión y sus servicios por toda Colombia.  En 2006 el proyecto educativo diseñado para operar en Bogotá ya era otro. La política de regionalización convirtió a UNIMINUTO en un sistema universitario nacional, cuya población estudiantil ya superaba los 15.000 en todo el territorio nacional.

Para 2011, UNIMINUTO transitaba por un proceso de expansión y crecimiento en acceso y cobertura a la educación superior, impulsado por la estrategia de regionalización y por el desarrollo de la educación a distancia y virtual, apoyada en las Tecnologías de la Información y la Comunicación.

En estas tres décadas, con más de 170.000 egresados, UNIMIUTO se ha consolidado como la Institución de Educación Superior privada más grande de Colombia. Hoy 105.000 estudiantes reciben educación superior para la igualdad de oportunidades en nuestras aulas, que, con 12 rectorías, se extienden desde el Caribe hasta el Amazonas y desde el Pacífico hasta Mitú.

En estos 30 años hemos hecho de Colombia una extensión de las aulas, en donde nuestros estudiantes aprenden y aportan desarrollo integral de las comunidades. Somos la única Institución de Educación Superior en Colombia con un Parque Científico de Innovación Social y ocho equipamientos culturales, entre ellos el Agroparque Sabio Mutis y Jardín Botánico UNIMINUTO, el museo a cielo abierto más grande de Latinoamérica.

¡Estamos transformando a Colombia!... Y cuando hablo de transformar, me refiero a la misión que nos encomendó nuestro fundador, y que se materializa en la formación integral que impartimos, en los valores y principios que nos rigen y en la filosofía que sustenta nuestra razón de ser.

Transformamos a Colombia partiendo de una educación que vela por la calidad humana, el desarrollo de competencias profesionales y de sensibilidad social, desde el conocimiento e innovación que generamos o contribuimos a apropiar, al servicio de las comunidades, para que mejoren sus condiciones de vida, con una oferta diversa y oportuna, para “que nadie se quede sin servir”, como nos lo enseñó el Padre Rafael.

Fieles a nuestro Proyecto Educativo Institucional, a esta frase que lo resume todo y afianza el sello propio de UNIMINUTO y de su comunidad académica, seguiremos comprometidos con un aprendizaje con sentido social, en el que nuestros estudiantes “aprenden viviendo, sintiendo y sirviendo”.

Continuaremos llevando educación superior a regiones que históricamente no tenían acceso a ella, y también enriqueciéndola, con diferentes niveles de formación, áreas del conocimiento y modalidades, que posibiliten la permanencia de los jóvenes y de las poblaciones vulnerables y diversas en sus lugares de origen, contribuyendo al desarrollo de los territorios, a la construcción del tejido social, y a la competitividad.

Nuestro propósito seguirá siendo hacer de cada estudiante y de cada egresado, mejores personas, con perfiles profesionales idóneos, pero, sobre todo, imprimir en cada uno de ellos una sensibilidad social que los lleve a transformar sus realidades hacia escenarios de justicia social, equidad e inclusión, para aportar a la construcción de una Colombia reconciliada y en paz.

UNIMINUTO como obra de Dios en la Tierra, ve el futuro con una fuerza esperanzadora, que no está anclada en un tiempo incierto y vacío, sino en la certeza de seguir transformando vidas, como decía Benedicto XVI en su carta encíclica Spes salvi (en esperanza fuimos salvados): “Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva” (No 2).

Esta mirada esperanzadora, nos compromete a seguir trabajando por una educación que dignifique la naturaleza integral del ser humano, para hacer palpable aquellas palabras del padre Rafael García- Herreros: “queremos hacer una Universidad para formar a los jóvenes en la más absoluta honradez y competencia, y darles las pautas para dirigir ciudades y pueblos del país”. (RGH Obras Completas No. 32, Bogotá, 2015).

La esperanza es una virtud que crece y cobra sentido sobre todo en los momentos de adversidad, como los que en los últimos años llevaron a Colombia y al mundo a enfrentarse al que puede ser considerada como la crisis más desafiante de nuestra historia reciente; la pandemia del COVID-19.

En medio de un panorama de incertidumbre, que nos llevó a deconstruir hábitos y costumbres en todos los niveles de la vida, la pandemia fue un llamado de atención para el sector educativo, sobre la forma en la que operamos, nuestra capacidad de adaptarnos al cambio y responder de manera eficiente y con calidad a la sociedad a la que servimos.

Hemos venido reflexionando sobre la importancia de transformarnos para brindarle a Colombia una educación cada vez más pertinente y de calidad. Por eso, en los primeros meses de 2022 nos embarcamos en el programa de TransformAcción, una apuesta estratégica que tiene una visión a 2030, y que responde a la necesidad de emprender mejoras para alcanzar el crecimiento que el país y el sector educativo demandan.

La TransformAcción es el camino que empieza a recorrer UNIMINUTO, con acciones contundentes que amplifiquen su impacto en la sociedad.  Esta TransformAcción es de todos y nos compromete a aportar para movilizarnos en esas aspiraciones que se nutren de nuestra esencia y de nuestra misión.

Un futuro esperanzador es posible desde la fe puesta en el Dios que nos habla al corazón y nos enseña que no somos los únicos en abrir nuevos caminos. Estos 30 años, y los que vienen, son posibles gracias a la suma de esfuerzos y voluntades de muchos hombres y mujeres que han estado y estarán en esta Institución, y que han sido inspirados por el ideal de un sacerdote que fue amante de Jesucristo, de los hombres y de la patria.

Al recordar por estos días la Pascua del Siervo de Dios, el Padre Rafael García Herreros, vienen a mi memoria esos últimos momentos que pude compartir a su lado. Pocas horas antes de que el Señor lo llamara a participar de Su Eternidad, a través del Padre Diego, nos reiteró su llamado a trabajar y a velar por esta universidad.

Hoy estoy convencido de que el sueño y el legado del Padre Rafael, la Corporación Universitaria Minuto de Dios, seguirá estando vivo en cada uno de nuestros estudiantes, docentes, egresados, colaboradores, aliados y benefactores que día a día se suman a esta causa. 

¡Estoy plenamente convencido que no caminamos solos, que el Señor nos acompaña en este camino y que con la ayuda de todos ustedes construimos un futuro nuevo, porque juntos lo hacemos posible!

Que el buen Dios, el Señor Jesucristo y la Virgen María nos colmen de bendiciones.

Padre Harold Castilla Devoz, cjm

Rector General de UNIMINUTO

 

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