
Columna de nuestro rector padre Harold Castilla Devoz | Cuidar a quienes forman y cuidan

Columna del rector general de UNIMINUTO padre Harold Castilla en La República.
Colombia se encuentra en un momento decisivo para su futuro social y educativo. La transformación estructural del sistema de educación superior no puede seguir postergándose, especialmente cuando se hace cada vez más evidente que el modelo vigente enfrenta límites éticos, financieros y humanos.
Mientras una parte del sistema universitario sostiene sus estructuras sobre docentes precarios, salarios bajos o ausencia de perspectivas de carrera, otras instituciones han emprendido una revolución silenciosa: cuidar a quienes forman y cuidan.
Todas las Instituciones de Educación Superior, IES, han demostrado que es posible construir un modelo académico sostenible que, sin renunciar al impacto social, dignifique el rol de sus profesores y administrativos, e innove desde el cuidado. En lugar de operar bajo la lógica del mínimo costo, estas IES han adoptado una visión misional y humanista que reconoce al talento humano como el corazón de la transformación educativa. Esta es una apuesta ética, pero también estratégica. El cuidado no puede ser un eslogan.
Se expresa en decisiones estructurales como la creación de universidades corporativas, la consolidación del Estatuto Profesoral que promueve el desarrollo integral, o el diseño del Centros de Innovación Educativa y Excelencia Profesoral. Más aún, en un entorno donde muchas veces las instituciones reproducen contratos de hora cátedra, es necesario decidirse por migrar hacia plantas docentes estables, aún con las limitaciones propias de la financiación. La apuesta por el reconocimiento también es clave.
Concursos o galardones que no sólo celebran trayectorias pedagógicas destacadas, sino que visibilizan un modelo institucional que pone la dignidad humana en el centro. Además, el enfoque de innovación no excluye la tradición: incluye perfiles no convencionales, practitioners, especialistas en inteligencia artificial y gestores de cambio que enriquecen el ecosistema académico.
Esto no es sólo una transformación interna. En un país marcado por profundas desigualdades, la dignificación de los formadores es condición “sine qua non” para garantizar el derecho a una educación superior de calidad. No puede haber justicia educativa sin justicia laboral. No puede haber excelencia sin sentido misional.
Y no puede haber sostenibilidad sin comunidad académica cuidada y comprometida. ¿Qué pasaría si la totalidad de las IES del país asumieran que innovar en educación comienza por cuidar al educador? ¿Qué efectos tendría en la equidad, en la calidad y en la reconciliación social que docentes, administrativos y líderes educativos fueran tratados no como recursos, sino como personas con misión? Colombia necesita una universidad distinta. Una que no repita fórmulas administrativas del pasado. Una que sepa integrar la inteligencia artificial sin olvidar la inteligencia emocional. Una que construya comunidad, reconozca la diversidad territorial y convoque a todos, especialmente a los que han sido históricamente excluidos, a ser protagonistas del conocimiento. Una universidad que inspire desde la coherencia entre el decir y el hacer.
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Hoy, más que nunca, necesitamos universidades que lideren el futuro desde una ética del cuidado. Que dignifiquen el rol de quienes educan. Que abracen la innovación sin perder el alma. Que cultiven esperanza donde muchos sólo ven cifras. Si algo nos enseña la experiencia, es que el futuro se diseña hoy, pero sólo si se hace con humanidad, compromiso y visión transformadora.