chat nuevo

Columna de nuestro rector padre Harold Castilla Devoz | Inteligencia Artificial: ¿explosión de inteligencia?

Columna del rector padre Harold Castilla Devoz, cjm, en el diario La República.

Columna del rector padre Harold Castilla Devoz, cjm, en el diario La República.

Desde hace ya algún tiempo, en el contexto del desarrollo del mundo digital, hemos sido testigos del gran auge que ha tenido la inteligencia artificial (AI) como aquella que se refiere a la capacidad de las máquinas para aprender a tomar decisiones basadas en datos y análisis.

La IA es, en las ciencias de la computación, el sistema o combinación de algoritmos con el propósito de crear máquinas que “imitan” la inteligencia humana para realizar tareas y que pueden mejorar conforme a la información que recopilan.

Esto se hace muy visible en muchos campos del mundo del trabajo que incluso aún no están previstos tales como la logística, la manufactura, la industria automotriz, las finanzas, la medicina, etc. Y llegó al mundo educativo también. Temáticas muy importantes como el aprendizaje de máquinas, el reconocimiento de patrones, el razonamiento basado en casos, entre otros, son incorporadas cada día más a soluciones y procesos.

 

 

Este nuevo poder ha tenido a la sociedad educativa bastante preocupada precisamente porque cuando se utiliza estratégicamente tiene el potencial de marcar una gran diferencia en la forma cómo se realizan los trabajos y actividades, el mundo automatizado aparece inmediatamente y las personas comienzan a no ser indispensables para llevar a cabo los procesos y tareas propias del acto educativo.

De igual manera, este potencial confirma la transformación explosiva del proceso de enseñanza – aprendizaje ubicando al estudiante al centro de este, e innovando en todo lo que se refiere a espacios o ambientes, metodologías, y estrategias de aprendizaje, métodos de evaluación, creación de objetos, recursos y contenidos de aprendizaje.

Es un imperativo que las instituciones y los sistemas de educación superior atiendan esta nueva realidad con la claridad que requiere, por un lado, de comprensión consciente de que la IA se abre cada vez más espacios, y por otro, de visión ética para incorporar o no las diversas aplicaciones y los software a la gestión educativa; también conscientes de que puede constituir una amenaza.

 

Vale la pena acompañar, cuidar y potenciar la indiscutible oportunidad que tiene en la educación. Ejemplo de esto, ocurre ya hace algunos meses bajo el enfoque educativo utilizando la IA con el ChatGPT, que ha traído consigo unas expectativas de importante revolución.

Sin lugar a dudas es un momento para discutir entre todos los actores sociales los problemas de dilema ético y de carácter humano y social integral que la IA comporta. Es claro que ella puede traer múltiples beneficios como, por ejemplo, mejorar los servicios en el ámbito médico cuando es posible reconocer las imágenes y así ayudar a obtener un diagnóstico más preciso de enfermedades como el cáncer o el alzhéimer.

 

Pero también es importante reconocer que las aplicaciones cotidianas de la IA hoy entran en el ámbito de las decisiones autónomas y esto nos hace preguntarnos ¿Cuántas decisiones y cuánto de estas decisiones queremos delegar a la IA? Y ¿Quién será el responsable cuando algo no salga bien? En la historia de los algoritmos no siempre hay experiencias positivas, no siempre lo predictivo funciona al cien por ciento, y los “falsos positivos” se pueden dar.

Al acompañar éticamente a la AI con enfoque educativo, es importante que nos preguntemos por su impacto en la vida de los estudiantes y profesores, actores que repercuten necesariamente en las transformaciones de la sociedad con todas sus dimensiones. Las intenciones normalmente son buenas, de allí que, los problemas éticos de la IA son normalmente consecuencias no deseadas de la tecnología sino de la acción de poder de los actores que están detrás de ella y de los beneficios particulares que se desean.

Todo esto nos hace pensar que estamos entrado en una segunda edad de las máquinas, es decir ya no son solamente un complemento de los humanos —como lo fue para la era industrial—, sino que hoy los sustituyen. Son varias las preguntas que nos deja este análisis: ¿quién saldrá ganando con esta transformación, y quién perdiendo?, ¿qué significa ser humano? Estas preocupaciones son más prácticas e inmediatas para responder.

  • Columna