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Columna de nuestro rector padre Harold Castilla Devoz | Reorganizar la esperanza

Columna del rector padre Harold Castilla Devoz, cjm, en el diario La República.

A partir de la ilustración, siglo XVII, la humanidad ha vivido un acelerado desarrollo que ha pasado por momentos complejos de gran impacto. El hombre moderno, en su afán de conquista permanente, se ha convertido en instrumento de influencia, para bien o para mal, que afecta la vida en este planeta Tierra. 

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Esta actividad humana ha llegado a un momento límite que tendría que ser evaluado en pro de una manera nueva de vislumbrar el desarrollo, pensando en la calidad de vida de los seres humanos de hoy pero también de los que vienen detrás en perspectiva de generaciones futuras.

Soy consciente de que hoy el mundo ha mejorado significativamente. Evidencio, por ejemplo que la mortalidad infantil ha disminuido, que la curva de vida se ha alargado en el tiempo, que la tecnología digital es hoy una de las mayores revoluciones de la historia de la humanidad, que la educación en sus diversos niveles y modalidades ha permitido eliminar muchas brechas de analfabetismo, entre muchos otros avances positivos.

Pero esto no opaca de manera suficiente aún las diversas realidades que se convierten en dolores agudos de un mundo que requiere, como lo dijo en días pasados el papa Francisco a un grupo de rectores de Instituciones de Educación Superior (IES), “reorganizar la esperanza”. Se trata de que esta humanidad amenazada por las emisiones masivas de carbono y la deforestación tome conciencia de que es necesario tener una conversión profunda en el estilo de vida que aporte a un mundo más sostenible.

Para “reorganizar la esperanza” se requiere un compromiso de las IES que, teniendo como misión fundamental generar, gestionar y apropiar el conocimiento, están invitadas a valorarlo como un capital de influencia significativa, es decir constructiva y ética para hacer del mundo un lugar mejor; no basta con producir un gran capital de conocimiento cultural, económico, político y social si este no está al servicio de un sociedad mucho más inclusiva y justa.

Este activo intangible es de mucho mayor valor en esta era de la digitalización porque permite generar un mundo hiperindependiente tanto vertical como horizontalmente a través de los distintos códigos que la sociedad misma ha ido conformando. Ejemplo de ello son los textos escritos, los audios, videos y muchos otras tecnologías que hoy hacen parte de esta era digital que permiten que el conocimiento esté al alcance de todos.

Lo más significativo de este capital de conocimiento que la sociedad genera es su aplicación o apropiación para el desarrollo humano y social, es decir, para construir el bien común. Esta es la cualidad más importante de una sociedad del conocimiento que descubre, innova, emprende y comunica acciones para que el mundo transite en caminos de bienestar, equidad y paz. Todas ellas son expresiones de una democracia saludable.

Dado que la gestión y apropiación de conocimiento son clave para el desarrollo humano y social, es fundamental que la sociedad tenga un sistema educativo de alta calidad, con un propósito basado en la ética y los valores, orientado en torno al aprendizaje de por vida. La base de una humanidad compartida está en una educación que oriente el aprendizaje y el conocimiento generado hacia la solidaridad, la justicia social y el bien común.

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