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El cultivo de lo humano

Foto suministrada por la profesora Sandra Algarra: Plazuela Rufino José Cuervo / Calle 10 con Carrera 6 / Barrio La Candelaria, Bogotá.

Nosotros los seres humanos hemos pasado gran cantidad de dificultades para llegar a ser lo que somos como especie en el mundo. El Covid - 19 es la última que se nos ha presentado y a diferencia de muchos otros virus que se han ensañado con las poblaciones de algunas regiones, este se ha desplegado por todo el planeta y ha tocado a la humanidad entera. Eso nos recuerda que todos vamos en la misma barca y que compartimos un destino común a pesar de todas las diferencias.

Esa conciencia de un destino común es un llamado a mirarnos con compasión. Un sentimiento que, si nos remontamos a sus orígenes etimológicos, significa “sentir con la misma pasión del otro”; dicho de otra manera: compartir las pasiones o los sentimientos del otro. Esos otros pueden ser nuestros seres queridos, nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo, las personas que, sin conocerlas y sin que nos conozcan, comparten nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestro país, nuestro planeta. Esos otros pueden ser también los seres no humanos que comparten con los humanos el milagroso regalo de la existencia. Todos en el mismo barco: humanos y no humanos, pero todos seres vivientes, creaturas del mismo creador.

Esta pandemia es un momento histórico que podemos aprovechar para ver más allá de lo que hasta el momento hemos visto, de repensar nuestro lugar en el universo. Este alto en el camino nos invita a reflexionar, a nivel macro, en el mundo contemporáneo en el que vivimos, y a nivel micro, en el mundo social que nos atañe directamente: nuestra familia, nuestro hogar.

Esa conciencia de un destino común es un llamado a mirarnos con compasión. Un sentimiento que, si nos remontamos a sus orígenes etimológicos, significa “sentir con la misma pasión del otro”; dicho de otra manera: compartir las pasiones o los sentimientos del otro. Esos otros pueden ser nuestros seres queridos, nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo, las personas que, sin conocerlas y sin que nos conozcan, comparten nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestro país, nuestro planeta. Esos otros pueden ser también los seres no humanos que comparten con los humanos el milagroso regalo de la existencia. Todos en el mismo barco: humanos y no humanos, pero todos seres vivientes, creaturas del mismo creador.

 

Esta pandemia es un momento histórico que podemos aprovechar para ver más allá de lo que hasta el momento hemos visto, de repensar nuestro lugar en el universo. Este alto en el camino nos invita a reflexionar, a nivel macro, en el mundo contemporáneo en el que vivimos, y a nivel micro, en el mundo social que nos atañe directamente: nuestra familia, nuestro hogar.

 

En esta eventualidad se ha desequilibrado nuestra vida, nuestras rutinas, nuestra relación con el tiempo y el espacio habituales. Sentimos angustia, tensiones, frustraciones. Hay muchos planes que no pudimos realizar o que se aplazaron indefinidamente. Muchas proyecciones que teníamos se desvanecieron, recordándonos fríamente que los planes son ante todo frutos de la imaginación. En esa conciencia recordamos lo pequeña que es la vida humana, lo frágil que es la existencia: la nuestra y la de los otros seres; lo necesitados que estamos los unos de los otros y lo importantes que son la solidaridad y la compasión, pues la vida pasa y solo contamos realmente con los que amamos.

 

En este orden de ideas, es el momento de dejar de lado la loca competencia por el éxito y el reconocimiento, el deseo de exhibirnos a los otros para tener su admiración o su envidia. Es hora más bien de reconfortarnos los unos a los otros. Todos aquellos que cuentan con la fuerza de la resiliencia, pueden acordarse de los que no tienen ese don y que necesitan de una mano amiga que los apoye y les dé soporte en estos momentos difíciles. Esa persona puede ser nuestro padre, nuestro hermano, nuestro colega, nuestro vecino el señor de la tienda o la persona de los domicilios. Todos necesitamos una palabra llena de consideración, de respeto, de empatía que nos permita seguir adelante, dar otro paso en este camino tan tortuoso por el que estamos atravesando.

 

Para finalizar: recordemos que, como dice un dicho popular: “a camino largo, paso corto”.  Así que tomémonos con calma esta pandemia con mucha compasión por todos los seres de este mundo, incluidos nosotros mismos. Como le dijo el vidente a Julio César, el emperador romano, el día que iba a ser asesinado, refiriéndose a la confianza que mostraba este, aunque le habían predicho que moriría en la fecha mencionada: “Los idus de marzo han llegado… pero no han pasado”.

 

*Sandra Judith Algarra G, es Candidata a Doctor en Literatura de la Universidad de Montreal, Magíster en Sociología de la Universidad Nacional de Colombia y Licenciada en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional.

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  • Bogotá