Gabriela Vargas, trabajadora social de UNIMINUTO Zipaquirá, nos cuenta su experiencia como joven investigadora de UNIMINUTO Cundinamarca 2024, sus motivos para desempeñar su profesión desde la investigación y cómo los semilleros de investigación fueron esa puerta para aprender, enseñar y plantear soluciones junto y para las comunidades como fue el taller "Formador de formadoras" en Pacho Cundinamarca.
Gabriela Vargas, trabajadora social de profesión, maestrante en Desarrollo Rural y joven investigadora de UNIMINUTO Cundinamarca 2024, nos comparte cómo fue su inmersión al mundo de la investigación como joven investigadora y cómo esto le ha permitido abrir puertas en otros escenarios para fortalecer su proyecto de vida.
“Monitorías, voluntariado, semilleros de investigación y el trabajo en campos con las comunidades son las principales cosas que alimenta día tras día mi pasión por la investigación".
Gabriela Vargas, Trabajadora Social y Joven Investigadora de UNIMINUTO Cundinamarca.
¿Gabriela, en qué momento usted logró identificar que la investigación iba a ser la base para su proyecto de vida?
Fue hasta hace poco relativamente, cuando más que identificarla me apropié de la idea de que la investigación iba a ser la base de mi proyecto de vida, partiendo de que hace año y medio ingresé a estudiar la maestría en Desarrollo Rural, gracias a que recibí una de las diez becas anuales que da el Gobierno a las mejores pruebas Saber Pro, promedio que adquirí gracias a mi formación como trabajadora social en UNIMINUTO Zipaquirá. Fue allí cuando todo este caminar empezó. Entre clases como Introducción a la Investigación de primer semestre, la vinculación en segundo semestre al semillero de investigación Tejiendo Calidad de Vida en Comunidad y sus visitas a veredas de municipios como Zipaquirá y Tausa, entre otros, además de los conceptos como desarrollo comunitario, me llevaron a amar la investigación y fue así como se empezó a hilar este amor hacia el trabajo comunitario rural.
A nivel personal mi decisión de ser trabajadora social partió de que mi hermana menor es sorda, y debido a esta condición se ha formado gran parte de su vida en fundaciones, siendo para ella el acompañamiento de trabajadores sociales fundamental, por lo que yo quería ser parte de ello sin importar mi personalidad, de la cual debo aceptar que soy una persona bastante tímida. Fue así como dejé mis estudios en filosofía y me dediqué a conocer el trabajo social, del que acogí la investigación como ese puente para conocer más de mi entorno para construir o reconstruir en comunidad posibles soluciones a la problemáticas o necesidades existentes.
¿Dentro de la formación como trabajadora social, cuál fue ese proyecto, actividad o investigación que reafirmó su pasión hacia la investigación como una herramienta fundamental para construir sociedad?
Diría que cada una de las experiencias que he tenido la han alimentado, pero reconozco dos experiencias que han marcado esa huella en mí, como fueron la clase de Antropología, de tercer semestre, en la que hice parte del proyecto de investigación Saberes Ancestrales, el cual me permitió escuchar a mis compañeras y estudiar nuestras familias, siendo las historias de vida una herramienta inspiradora y enriquecedora. Fue así como me encarreté en este ámbito, las historias de vida son la base para mi proyecto como joven investigadora, entonces en este camino aprendí a escuchar historias de vida que normalmente no se escuchan con frecuencia, compartir en distintos ambientes y escuchar a profundidad de dónde viene cada uno y hablar de los padres, hermanos, hijos y hasta esposos, cosas que tocan fibras emocionales únicas las cuales permiten que fluya una conversación intensa y profunda. Es algo muy impactante y crea vínculos inexplicables.
La segunda fue cuando cursé mi práctica profesional en la modalidad de investigación y mi opción de grado. Fue allí cuando junto a mi compañera Tatiana corrimos está maratón durante casi dos años para investigar la mayor cantidad de información posible sobre la mujer rural. Primero a través de los libros y el internet, ya que iniciamos pandemia y luego, indagamos en las vidas de las mujeres rurales de forma minuciosa a través de entrevistas que se dieron en charlas, tintos, risas, presentación de familiares y hasta comidas hechas por ellas con productos de sus propios cultivos en las distintas veredas de Tausa Cundinamarca, lugar de donde es y vive Tatiana.
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Luego el reto fue más grande al vincularnos a otro proyecto llamado Tejiendo Realidades, un semillero de investigación liderado por el CED de UNIMINUTO, el cual contaba con una línea de mujer que compartía también la Agenda Regional que se desarrollaba en Pacho, Cundinamarca, siendo este el camino para definir nuestro norte de investigación como lo fue “las asociativas de mujeres rurales”.
Finalmente, esas experiencias terminaron al sustentar el proyecto bajo la modalidad de investigación como opción de grado, en donde nos postulamos a múltiples convocatorias y eventos. Durante todo un semestre nos tuvimos que reinventar en cada evento para hablar del proyecto, no de la misma manera, sino con otras perspectivas, ante todo respetando que esta investigación no era una investigación académica del sujeto y yo, sino una investigación en la que todos somos personas y juntas le damos sentido a las experiencias para crecer y construir.
¿Gabriela, cómo llegó usted a ser joven investigadora, cuéntenos qué hizo durante ese tiempo y qué tanto considera que el trabajo en comunidad permite desarrollar competencias para el crecimiento de una comunidad?
Llegué a ser joven investigadora gracias a la profesora líder de investigación del momento de UNIMINUTO Zipaquirá, quien luego de que me graduara como trabajadora social en 2023, me habló de la convocatoria Joven Investigador UNIMINUTO 2024, de la que me dijo que por mi pasión por el trabajo comunitario, la experiencia en semilleros y proyectos podía ser una buena carta de presentación para postularme, así que me animé y en menos de dos meses diseñamos una propuesta junto a otro profesor del CED, la cual presentamos y aquí estamos. Un año después de que hubiéramos empezado este viaje soy joven investigadora de UNIMINUTO Cundinamarca 2024.
Durante mi rol como joven investigadora la meta estaba clara. Mi enfoque era investigar más a fondo las historias de vida de las mujeres rurales, incluir a otras mujeres, es decir, otras perspectivas. Yo quería ampliar los conocimientos y estudios más de lo que había hecho en el proyecto de opción de grado. Así que empecé por retomar estrategia como era tomar números, llamar a mujeres y concretar entrevistas, lo cual como joven investigadora me permitía tener mayor respaldo, recursos y apoyo para poder hacerlo, pues ya no tenía que tomar moto para recorrer las veredas en búsqueda de entrevistas, sino que ya junto a los profesores investigadores golpeamos puertas en organizaciones y demás.
El convertirme en joven investigadora UNIMINUTO Cundinamarca me permitió reafirmar mis conocimientos, habilidades y reflexionar en que lo que había construido como estudiante realmente tenía un impacto muy grande. Es por eso que pudimos avanzar en el proyecto inicialmente llamado Viviendas Femeninas de la Asociatividad, en Pacho, Cundinamarca, del que de manera alterna se realizó un ejercicio de cartografía social muy bonito en la vereda Veraguas, en donde se plantearon talleres de memoria histórica y reconocimiento del territorio para ver qué significado tenía para la comunidad su territorio físico, su comunidad, y hasta llegamos a plantear la posibilidad del proceso de mercados campesinos; pero por tiempo no se logró ejecutar en ese momento.
Ya en febrero de 2024, doña Flor, una señora de las que había conocido durante mi proceso como integrante de los semilleros de investigación, me presentó con Benjamín González, líder del proyecto ANUC, Asociación Municipal de Usuarios Campesinos de Pacho Cundinamarca, quién nos escuchó y vio la necesidad de formar a la mujeres rurales en temas de liderazgo y empoderamiento para enseñar a otros y fue así como a mi estilo de trabajo, que un jueves cogí y dije no hay talleres en Pacho y el otro jueves ya estaba haciendo talleres; proyecto que finalmente fue denominado Formador de Formadoras, compuesto por diez talleres presenciales en los que participaron cerca de 128 mujeres y así fue como a través de cada taller seguimos mejorando las estrategias, perfilando sus saberes e enriqueciendo nuestra investigación.
Todo esto es gracias a la participación de cada una de las mujeres, sus intervenciones, historias de vidas y hasta proyectos de vida. Fue ahí cuando comprendí que los encuentros significaban algo más para ellas, que realmente sus esfuerzos para desplazarse hasta el sitio, presentar sus ideas y hasta tareas no solo partía de un querer aprender sino de ser un respiro, el hobby preferido o la proyección de nuevos emprendimientos. Esto realmente marcó mi vida y fue gratificante gracias a las mujeres rurales de Pacho.
¿Gabriela, qué consejo le puede dar a los estudiantes que estén interesados en ser parte de un semillero o un proyecto de investigación? ¿Por qué les recomendaría iniciar el camino como jóvenes investigadores?
Desde mi personalidad y experiencia en el mundo de la investigación, les digo tómenlo con el corazón ligero, diviértanse con las cosas que están haciendo porque los escenarios de los semilleros y de los proyectos de investigación son lugares, son personas y son experiencias inolvidables que quedan marcadas en la vida de uno como anécdotas que un día parecen un recuerdo, pero cuando te sientas a transcribirlo luego de una entrevista, te das cuenta de que ese trabajo te ha enriquecido y te ha dado un enfoque profesional único para la vida, en el que el haber desarrollado capacidades para escuchar y relacionarse con la personas de una comunidad te ayuda a escuchar sus necesidades y plantear conjuntamente una posible solución. Es algo grandioso, es algo que de primeras no se cree que puede llegar a hacerse a través de la investigación, pero sí es posible. Un ejemplo claro son los talleres en Pacho, los cuales fueron planteados bajo una metodología de educación popular en los que ellas mismas a partir de sus conocimientos construyeron conceptos, ideas, respuestas, soluciones, y es ahí cuando puedo decir que fueron espacios para el empoderamiento de la mujer rural.
Y bueno, a nivel personal creo que hay dos cosas que me llevan a decirte hoy que no pierdas la oportunidad de ser joven investigador. En mi caso el haber vivido esta experiencia me permitió desarrollar nuevas habilidades y perspectivas, no sólo sobre el mundo sino también sobre mí misma. Entonces, pensarme de manera diferente, como por ejemplo hablar en público con propiedad, fluidez, empoderamiento y a nivel familiar comprender mis raíces y mi ancestralidad, porque toda mi vida he sido persona de ciudad; sin embargo crecí en una finca, pero dentro de la ciudad, a diferencia de mi papá quien sí fue una persona de campo, entonces digamos que también me permitió reencontrarme con eso y entender de forma diferente las perspectivas que él tenía sobre la vida, las cosas que le gustaban y también ha sido una forma de recordar a mi papá y ver que la investigación ha sido mi camino, lo que soy ahora y lo que deseo lograr más adelante.
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Gabriela Vargas, Trabajadora Social y Joven Investigadora de UNIMINUTO Cundinamarca.
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Experiencias en el aula del proyecto “Formado de formadoras” en Pacho Cundinamarca.
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Proyecto Formador de formadoras, emprendimientos por parte de las mujeres rurales.
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Líderes y promotores de proyecto "Formador de Formadoras" en Pacho Cundinamarca.