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Columna especial de nuestro rector padre Harold Castilla Devoz | Abracemos el legado del Papa Francisco

Columna del rector general de UNIMINUTO padre Harold Castilla en La República.

Hoy hemos recibido la triste noticia de la partida a la eternidad de Dios del Papa Francisco, quien después de varios años (2013-2025) le correspondió pastorear como Pontífice a la Iglesia Católica en el mundo (el Papa número 266) y el primer Latinoamericano en tener esta responsabilidad de servicio de pastor.

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También como uno de los grandes líderes más sobresalientes en un momento de la historia tan necesitado de liderazgos que iluminen y orienten el caminar de esta sociedad actual hacia futuros de paz para toda la humanidad. La figura del Papa Francisco, en medio de un mundo tan polarizado e incierto deja legados muy significativos que trascienden el ámbito religioso y alcanzan lo social, cultural y político. 

Más allá de las fronteras confesionales, su legado interpela a creyentes y no creyentes, a gobernantes y ciudadanos de a pie. Y, de manera especial, Colombia encuentra en su voz una brújula en medio de tanta incertidumbre.

El gran legado del Papa Francisco en este contexto histórico se evidencia ante todo en la centralidad de la misericordia como principio político y social. El Papa Francisco puso la misericordia, no como debilidad, sino como fuerza transformadora, en el centro del Evangelio vivido. Esto impacta directamente en un mundo donde predominan la violencia, el descarte y el odio. 

Vivir la Misericordia como categoría eclesial, es decir cuidar, reconciliar, sanar heridas históricas y construir puentes. De igual forma nos deja un gran horizonte de vida como lo es la fraternidad universal. En Fratelli Tutti (2020), el Papa Francisco planteó que “o nos salvamos todos o no se salva nadie”. Frente a la fragmentación identitaria y los nacionalismos del mundo actual, nos propuso una fraternidad sin fronteras basada en el reconocimiento de la dignidad de cada persona. Se trata de una nueva cultura: pasar del “yo” al “nosotros”, del enfrentamiento a la cooperación. La opción preferencial por los pobres como criterio de autenticidad ha sido uno de sus mayores legados.

Así reafirmó que los pobres son sujetos históricos, no objetos de asistencia, y que toda reforma, eclesial o social, debe medirse por su impacto en los más vulnerables. En un mundo de inequidades abismales, el Papa Francisco recupera la primacía ética de los descartados. También nos ha dejado una manera de vivir en la Iglesia y en la sociedad que es el camino de sinodalidad en comunión y participación para la misión. Promovió una Iglesia que escucha, discierne, camina junto, no que impone verticalmente.

El cuidado de la casa común como ética global. Con Laudato Si’ (2015), propuso una ecología integral, donde la justicia social y la justicia ambiental son inseparables. En tiempos de crisis climática y tecnocracia inhumana, su voz resuena como un faro. Todo está conectado: economía, ambiente, cultura y espiritualidad.

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Como lo expresé al comienzo de este homenaje al Papa Francisco, lo más significativo que resalto de él fue su liderazgo basado en el servicio. En un tiempo de líderes autoritarios y egocéntricos, el Papa Francisco mostró que el liderazgo cristiano y ético es servicio, no dominación. En síntesis, el legado del Papa Francisco es semilla de transformación profunda: Una Iglesia abierta, samaritana y en salida, una ética mundial basada en la misericordia, la justicia y la fraternidad. Una propuesta de esperanza frente a la desesperanza política, social y moral.

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