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Columna de nuestro rector padre Harold Castilla Devoz | La inteligencia artificial: atmósfera de la cognición

Columna del rector general de UNIMINUTO padre Harold Castilla en La República.

Columna del rector general de UNIMINUTO padre Harold Castilla en La República.

La vida y gestión de las Instituciones de Educación Superior, IES, en Colombia se desarrolla en medio de un debate que estoy seguro que para algunas IES del mundo ya está resuelto. Se trata de las preguntas que surgen frente a la apropiación y adaptación de la inteligencia artificial, IA.

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La discusión se mueve entre muchas preguntas como, por ejemplo: ¿Debería permitirse a los estudiantes usar ChatGPT en los trabajos académicos? ¿Deberían los profesores confiar en la calificación automatizada? La pregunta ya no es si la educación superior debería adoptar la IA, sino qué viene después de la adopción en un mundo donde la IA ha dejado de existir como una categoría discreta y ya es parte del desarrollo de todas las dimensiones del ser humano. Ahora vivimos en lo que llaman los teóricos de la educación “la atmósfera de la cognición”: no la desaparición de la IA, sino su absorción en las arquitecturas invisibles de la vida institucional. Al igual que el wifi, la IA ya no es una herramienta en los márgenes, sino la infraestructura del pensamiento.

Los algoritmos ahora dan forma a la atracción y retención de los estudiantes en las IES. De igual manera, los modelos predictivos determinan la ayuda financiera. Los motores de recomendación seleccionan la investigación. El acompañamiento personalizado académico con soluciones es un hecho cotidiano en las IES. Los detectores de plagio y los filtros de manuscritos se ejecutan silenciosamente en segundo plano. Hablar de “usar IA” en 2025 es como debatir si las IES deberían instalar electricidad o agua. Esto no es simplemente una evolución técnica, es cultural, es decir que esta se entrelaza con la cognición. Si la IA es el nuevo aire, el peligro no es la asfixia, es olvidarse de notar lo que estamos respirando.

Si la IA es ahora el aire que respiramos, la tarea de las IES no es adquirir más máquinas, sino decidir qué debe permanecer claramente humano. Cuatro principios deberían guiar esta transición: Integridad cognitiva: Los estudiantes necesitan entender no solo cómo escribir o calcular, sino también cómo los algoritmos dan forma sutilmente a la manera en que piensan, aprenden y se expresan. Soberanía de los datos: Los datos de los estudiantes no son un subproducto que deba monetizarse. Es un activo educativo básico. Las instituciones deben proteger la propiedad y la administración de estos datos para preservar la confianza. Responsabilidad ecológica: La IA a menudo se describe como “inteligencia limpia”, pero sus sistemas dependen de una gran cantidad de energía y recursos materiales. Las IES no pueden enseñar de manera creíble la sostenibilidad mientras ignoran los costos ambientales de las infraestructuras digitales. Aprendizaje relacional: La entrega de contenido puede ser replicada por máquinas; lo que no se puede automatizar es la tutoría, la confianza y el diálogo pedagógico. Las relaciones humanas siguen siendo el centro del aprendizaje transformador. Justicia epistémica: Los algoritmos tienden a privilegiar los lenguajes dominantes y las formas de conocimiento. Las IES deben defender activamente la diversidad intelectual y garantizar que las perspectivas locales y alternativas no se borren por la estandarización.

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Las IES no colapsarán porque las máquinas se vuelvan más eficientes. Se derrumbarán si se olvidan de defender la curiosidad, la duda y el diálogo, las mismas cualidades que hacen que el aprendizaje sea humano. O las IES enseñan a los estudiantes cómo respirar conscientemente en la atmósfera de la cognición, o se desviarán hacia la irrelevancia, reemplazadas por los mismos sistemas que se negaron a entender.

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